Cuando conocí al mejor padre del mundo

El día que conocí al mejor padre del mundo fue hace 39 años.

Yo no lo recuerdo, pero sí me cuentan que él estaba muy contento por mi nacimiento. Era la quinta en nacer, la segunda mujer, la primera rubia. Y él era mi abuelo.

Recuerdo que desde muy pequeña me encantaba pasar el tiempo juntos porque momentos eran mágicos. Me hacía reir, me llevaba al parque, me compraba todo lo que le pedía.

Cuando fui creciendo fuimos creando un vínculo más especial si cabe por nuestra pasión por los crucigramas y la lectura.

Recuerdo que me llamaba por teléfono para preguntarme si ya había resuelto el de la revista tal y yo, queriendo ir de listilla le contestaba que sí, pero siempre me pillaba preguntandome que respuesta había escrito en alguna muy difícil.

Te hacía reir con cualquier tontería desde sus chistes hasta sus llamadas telefónicas haciéndose pasar por policía con ese acento tan andalúz que lo dejaba en evidencia.

Tuvo que trabajar muy duro para sacar a su familia adelante en época de postguerra y como era el hijo mayor dejar el país que tanto amaba para seguir a su madre a Argentina.

Era un hombre fuerte, valiente y de otra época. Nadie entendía por qué aquel señor de porte tan elegante iba siempre cargado con las bolsas de la compra o por qué lo veían los vecinos tendiendo la ropa en la terraza. 

Bueno, nadie no, yo sí lo entendía, lo hacía por amor. Para que mi abuela no cargara peso o no cogiera frío...¡Si hasta le compraba el tinte y se lo pasaba él!

Crió seis hijos, entre ellos una hija con una enfermedad tremendamente cruel que hacía que descargara toda su ira contra él a pesar de adorarla y a la que nunca quiso apartar de su lado como le recomentaba todo el mundo. Aguantó estoicamente muchos años.

Cuidó de sus 13 nietos. De todos y cada uno. Y no teniéndolos simplemente en su casa. 

Nos leía, nos llevaba a pasear, nos ayudaba con los deberes, nos cambiaba la ropa.

Pasó por un cáncer que casi acaba con su vida y jamás se quejó. 

Si uno de sus hijos pasaba por el hospital él era quien se quedaba por la noche con ellos y que no fuese nadie a rechistar porque eran sus hijos y era lo que tenía que hacer.

Cuando a mi madre tuvieron que hacerle una operación muy complicada fue quien nos sostuvo a todos. Nos dio fuerzas y no se separó ni un momento de ella.

Sabía nuestros gustos, nuestras necesidades. Jamás hizo falta llamarlo porque siempre estaba ahí. Con su corazón gigante y su sonrisa hermosa.

Mi mayor referente como hombre, padre y persona es él.

La última vez que lo vi yo estaba pasando una situación muy difícil y había decidido irme y empezar mi vida en otra parte. Sus palabras textuales fueron "No mires atrás, ve donde seas felíz y acuérdate que aquí me tienes"

Nos separaron 14.000 km porque me vine a su tierra, a la que él adoraba y deseaba regresar. Cuando lo llamaba para contarle cosas de Málaga su voz se volvía más viva.

Pero al final la vida, el destino o lo que sea se portó muy mal con él. 

Otro cáncer, hospitales, mil pruebas y la peor de las noticias. 

Nos prohibió ir a verlo. Quería que lo recordemos como era él cuando vivíamos en Argentina. 

La maldita enfermedad se lo llevó con la añoranza de su tierra. Pero en mí dejó su legado más valioso, la fuerza y la energía para luchar a pesar de todo. 

A mis hijos siempre les hablo de mi abuelo. De lo maravillosa persona que fue porque espero que aunque sea un poquito de su carácter lo tengan en un futuro.

Por eso, porque las personas grandes merecen vivir eternamente mi homenaje en el día del padre es para mi abuelo Antonio, el mejor padre (y abuelo) del mundo.



boda de mis abuelos💕
 
 

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